Si bien recordamos a Brasil lo hacemos de una forma peculiar, donde recordamos la imagen de “todo es un carnaval”, sin embargo esta forma de pensamiento va más allá, refleja una alejada sociedad civilizada, porque esta lectura nos muestra una visión de la vida dentro de las favelas en Río de Janeiro, donde los habitantes fungen el papel de subproductos dentro de la ciudad, debido a una paradoja entre exclusión e inclusión, donde no existe más allá que el territorio de la favela y además de que dentro de la misma hay más exclusión.
En la denominada ciudad de dios que fue un proyecto de vivienda en Río de Janeiro en los años de 1960, sin embargo para 1980 fue viciada por el mercado de drogas, armas, etc., convirtiéndose en lugares sumamente peligrosos y violentos. Es así que desde entonces se abre la brecha de aquellos sujetos considerados como la basura de dichos procesos de construcción el orden y el progreso económico, siendo tal la exclusión con aquella sociedad de los otros y los que habitan en las favelas pero también sobresale la inclusión de aquellos rechazados por la sociedad pero iguales entre sí. Dentro de la ciudad de dios, la vida es barata, aquí puede matar tanto el traficante como el policía, es así que no se distingue entre la ley y el caos el cual puede ser denominado como el Estado sin ley de excepción que confirma la ley.
Un ejemplo que creo puede acercarse a este caso en el Distrito Federal es Tepito , en este lugar convergen características de las favelas de Río de Janeiro puesto que hay un basto mercado de droga y armas, por lo tanto es catalogado por habitantes de otras delegaciones como violento. “Tepito inscrito como barrio marginal inmerso de programas disciplinarios, que le han ido socavando la vitalidad de su centro de barrio y la de sus plazas públicas. Asimismo el olvido de la lucha y la organización para la defensa del barrio y de su vecindario convertido en la columna vertebral de Tepito. Pues hoy, nada puede contrarrestar la indiferencia condominial ante el subarriendo de las accesorias y viviendas por comerciantes coreanos. Ante esta mutación cultural, está fuerte la disputa entre los tepiteños y los tepiteros, y la riña entre los chingones de Tepito contra los chingadores de tocho. Todos con las mismas emociones del marginado, en este barrio de las almas perdidas, cuya historia de la vergüenza y el orgullo, es asumir la culpa de todos por la fama de algunos. Pero eso sí, nadie se excluye de ser reconocido por otros como un ser diferente.”
Bibliografía
http://www.elbarriodetepito.blogspot.com/
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